Aunque no lo quiera, me encuentro reflexionando el año en su final. No lo quiero no porque no quiera analizarlo así, sino porque es un pensamiento circular, que mi mala memoria empaña, selectivo y probablemente injusto. Debe haber una manera objetivamente buena de sacarle las cuentas al año, la ecuación de los días y sus sensaciones y las vivencias como un número redondo. Soy absolutamente incapaz, y leo esto como la evidencia más fuerte de mi carrera hacia delante. Ahora que me leo, no estoy segura de que me guste esto.
En inglés hay una expresión muy bonita [the years catch up with you] que sería algo como que te alcancen los años. Que te pillen. Que corran más de lo que tú crees que corres y que te acaben ganando la carrera. Los hace ineludibles. Estoy hablando aquí mucho menos de la vejez física y más de la emocional, del cúmulo que se forma cuando no le sacamos cuentas a los años, los racionalizamos, los dividimos y los guardamos, ordenados, en un cajón. Cuando los años se hacen un continuo sin forma ni gracia y los días son solamente otro día más.
Y claro que lo son.
Pero comprendo la necesidad de listar los propósitos para un nuevo año aunque siempre los he mirado con superioridad y recelo. Creo que este año es el primero en el que entiendo que los propósitos son precisamente la fórmula matemática, la guía de un año que puede acabar en positivo o en negativo. Hacer una lista de propósitos en las primeras semanas de 2025, revisitarlos constantemente y contar victorias o derrotas a las puertas de 2026 ya sería mucha más racionalización de la que hago yo. Quizás los años están para pensarlos y no para correrlos.
Perdona por pisarte, pero espero que no exista ninguna forma objetivamente buena de sacarle las cuentas al año. Me ha dado un escalofrío al pensar en la diligencia casi militar de hacer una lista con logros y propósitos y usarla como vara de medir. No digo que tú estés hablando de ello, pero al leerte he conectado con todo eso. Como ya contamos en una entrega hace semanas, la casi obligación humana de sentarnos a descansar en los logros y desechar todo lo demás es algo que me disgusta desde hace un tiempo.
Yo tampoco hice balance de año; me encontraba demasiado cansada, demasiado saturada por el ritmo social de las semanas festivas. Y no tiene nada de malo, igual que no lo tiene si alguien pegó un brinco en el trampolín de la nochevieja para echar la vista atrás y valorar todo lo que había vivido. Supongo que lo que quiero decir es que cada una haga lo que le sirva, cuando le sirva, sin dejarse arrastrar por lo canónico.
O quizás me veo arrastrada por mi propia perspectiva, atravesada por el hecho de que hace ya unos cuantos años que no pienso en propósitos porque el oleaje de las putadas de la vida ha golpeado tan fuerte que optaba por intentar quedarme quietecita en un rincón para que el nuevo año no me viera. Pero eso no significa que nunca piense en logros, porque sí lo hago. Los pienso y los celebro, pero lo hago cuando siento que me sobrevienen, sea o no sea principio/fin de año. Creo que no podría soportar hacer una lista y valorarla doce meses después. No quiero ser un puñado de frases. No quiero enunciar deseos ni ilusiones en voz alta. Al menos, ahora, no estoy en un momento para eso.
Creo que debe haber un punto medio entre tener que revisitar la galería del móvil para saber qué has hecho y hacer ticks en una lista. No quiero yo aquí imponer que los propósitos sean algo bueno, sino defender que quizás no son tan abismalmente malos como yo temía. O quizás, lo único que quiero con lo que escribo es decir que los años pasarán con propósitos o sin ellos.
Y quizás no deberíamos pensar solo en los logros, sino aun más en los desastres, las cagadas, los arrepentimientos y los malos momentos. Puede ser que esos sean los momentos constituyentes de nuestros años que realmente nos permitan ejercer una buena lista inconsciente de propósitos para que se repitan lo menos posible, para reflexionar sobre lo que no queremos, para moldearnos mejor para que el viento no nos deforme. Yo que sé, a lo mejor todo esto no es más que una excusa para pararme a pensar.
Sea o no sea una excusa se celebra igualmente. Me he reído para mí con tu primer párrafo, porque el otro día, después de escribir aquí, fui a dar un paseo y me sorprendí a mí misma listando en mi cabeza cosas que quería hacer cambiar este año. Eran cosas que creo son sencillas. Ir más a la frutería, me decía al doblar una esquina; escribir más en un espacio propio; colgar láminas y fotografías en casa. Te sentí acompañándome en mi paseo porque al final fue algo que surgió por esta Bichas.
Y sí, estoy contigo en que quizás los propósitos no son algo tan abismalmente malo. Honestamente, creo que nuestros últimos años no nos han puesto fácil marcarnos objetivos que nos ilusionen. Y no lo digo por echar balones fuera, sino con un poco de tristeza, porque creo que nos merecemos esperanzarnos y motivarnos con los propósitos que nos salga del coño, y la vida nos ha quitado un poco eso sepultándonos en otros desastres, que podemos listar sin dudarlo aunque en ocasiones no queramos volver a mirar el fondo de ese abismo.
Eso sí, lo de aprender de lo malo y saber lo que no queremos lo hacemos muy bien, vamos a consolarnos con eso. Con eso, y con lo que sabemos que haremos también este año y que ni siquiera nos tenemos que proponer porque lo llevamos ya integrado en nuestros adentros (y qué bonito es eso, por otra parte): cafecitos al sol en mi terraza, viernes tranquilos con la Kitsu, ocho mil capturas que enviarnos por whatsapp. Los años pasarán con propósitos o sin ellos, pero realidades así no nos las va a quitar nadie. Feliz año, amiga. Brindemos por eso.
Estas semanas a estas BICHAS les ha dejado huella…
Una imagen. Una frase. Un texto. Por partida doble, claro.
Esta captura robada a Johnny de uno de mis juegos favoritos de los últimos años, Mouthwashing (Wrong Organ, 2024). Porque el terror nunca lo es si no viene de dentro.
Me ha pillado el toro con la imagen esta semana (demasiadas oraciones subordinadas de relativo) así que os dejo a la Cafesita ayer, investigando a dos patitas y por primera vez unos puerros un poco pochi.
«Este fue el año en que envejecí. Algo de la tristeza que llevo dentro me volvió vieja, como si hubiera visto algo antiguo, un secreto que debería haberse revelado más adelante (…) En una versión optimista, la vejez es la forma que tomó mi duelo y cuando cierre este proceso, volveré a nacer empezando así una segunda vida.» Esto es parte de un texto demoledor en el Substack de Juana Isola, un texto también reflexivo sobre su año, un año inolvidable en el peor de los sentidos, una de esas combinaciones de números que se quedan para siempre en la memoria.
«Margarida le decía, ‘No huyas, no te vayas’. Pero él se reía. Como si hiciera una broma para sus adentros y solo él se la riera. ‘Las mujeres os aferráis a los sitios’, respondía, ‘os atáis como perras. Al pasado, a las casas, a los hijos, a las cosas.’ Y se iba feliz dándole la espalda. Contento de irse.» Un trocito de Te di ojos y miraste las tinieblas de Irene Solà. Una historia de mujeres que se reúnen para despedir a otra, y darle la bienvenida al Otro. O algo así. Con Irene Solà nunca se sabe (me da mucha envidia la manera en la que escribe).
Este texto de Ann Telnaes, dibujante y caricaturista del Washington Post, denuncia su despido por una caricatura en la que se veía, entre otros, a Jeff Bezos (actual propietario del medio) arrodillándose ante Trump. Es demoledor que una caricaturista ganadora de dos Pulitzer caiga por culpa del capital.
Un texto en inglés (perdón): Everyone’s a sellout now. So you want to be an artist. Do you have to start a TikTok? de Rebecca Jennings. ¿Has escrito un libro increíble? Enhorabuena, ¿pero cuántos seguidores tienes en Instagram, a ver que yo los vea? Como curiosidad, en la pestaña abierta del texto se puede leer el antiguo título, que creo que pega mucho más con lo que dice: Want to sell a book or release an album? Better start a TikTok.
Gracias Bichas x este espacio. Un lugarcito donde se siente el calor humano como plantarse junto a una fogata para defenderse del frío o cubrirse con una manta en invierno. Así se siente. Éxitos en todos los propósitos y despropósitos del año.
Difícil empezar el año mejor, esto suma puntos de vida.